La Asociación Médica Mundial vuelve a dejar clara su posición a favor de la vida humana en sus últimos momentos. En un reciente comunicado la AMM ratifica la declaración de Venecia de 1983.
Por Jaime Millás Mur. 18 noviembre, 2022. Publicado en ExaudiLa Asociación Médica Mundial vuelve a dejar clara su posición a favor de la vida humana en sus últimos momentos. En un reciente comunicado la AMM ratifica la declaración de Venecia de 1983, que fue revisada en Sudáfrica en 2006 y actualmente en Berlín 2022.
En esta declaración se reconoce y respeta el final de la vida de la persona y se resalta la importancia de la creación de “tratamientos paliativos y la evaluación y la respuesta a los aspectos físicos, psicológicos, sociales y espirituales o existenciales [de]una enfermedad terminal y otras condiciones al final de la vida”.
“La AMM se mantiene firmemente opuesta a la eutanasia y al suicidio con ayuda médica”. Refiere que “la atención éticamente apropiada al final de la vida debe promover la autonomía del paciente y la toma de decisiones compartida, y ser respetuoso de los valores del paciente, su familia o allegados y representante(s)”.
En cuanto al manejo del dolor y de los síntomas, insiste en que los cuidados paliativos al final de la vida son parte de una buena atención médica, y los relaciona con la dignidad del paciente así como con la forma de evitar síntomas angustiantes. Pero no sólo trata del control del dolor, sino también de atender las necesidades sociales, psicológicas y espirituales del paciente y su entorno.
Es interesante la siguiente aseveración: “Las asociaciones médicas nacionales deben oponerse a las leyes o reglamentaciones que impiden indebidamente que los médicos brinden un tratamiento intensivo y clínicamente adecuado de los síntomas de los pacientes al final de la vida de acuerdo con las mejores prácticas reconocidas”.
Por otro lado no se descarta la posibilidad de recurrir a la sedación paliativa como una intervención de último recurso pero advierte que “nunca debe usarse para causar intencionalmente la muerte de un paciente y debe restringirse a pacientes en las etapas finales de una enfermedad terminal”.
En lo que se refiere al aspecto de educación médica, la AMM recomienda incluir la enseñanza de la atención médica en la enfermedad terminal y considerar la creación de la medicina paliativa como una especialidad médica. También pone de relieve la conveniencia de que los pacientes propongan directivas anticipadas en las que describan sus deseos y objetivos, así como la designación de un sustituto para tomar decisiones de atención médica.
A los gobiernos e instituciones de investigación los anima a invertir recursos en el desarrollo de tratamientos para mejorar la atención al final de la vida.
A los profesionales médicos les pide evaluar bien el balance entre los posibles beneficios y los daños previstos para el paciente. Además, “si un paciente indica el deseo de morir o expresa pensamientos suicidas, el médico tiene el deber de entablar conversaciones abiertas y confidenciales con él (…) para comprender los motivos y el razonamiento detrás de estos pensamientos”.
En definitiva, los médicos deben procurar que el paciente moribundo acabe su vida de la mejor manera, con dignidad y tranquilidad. Se insiste en la permanente comunicación con el paciente y su familia, en la atención de sus necesidades, también las psicológicas y espirituales.
El documento deja claro que se debe respetar la decisión del paciente sobre el rechazo de un tratamiento o intervención y añade que “el médico puede aplicar medios necesarios para mantener viables los órganos para trasplantes, siempre que proceda de acuerdo con las normas éticas establecidas en la Declaración de Sídney de la AMM sobre la Certificación de la muerte y la recuperación de órganos”.
Esta declaración, o mejor, la reafirmación en tres oportunidades al menos sobre el respeto a la vida humana hasta la muerte natural, evitando la eutanasia y el suicidio asistido, deja meridanamente clara la posición de los médicos. Desde luego han transcurrido muchos siglos del famoso juramento hipocrático pero el “primum non nocere” (lo primero no hacer daño) sigue siendo un lema compartido por la inmensa mayoría de los profesionales de la medicina. El médico no es, ni puede, ni quiere ser un verdugo, sino más bien un profesional que acompaña en momentos difíciles al paciente (el que padece) y, si no lo puede curar, lo ayuda y alivia. Hay enfermos incurables, pero ninguno es incuidable. Por eso se comprende el relieve que han adquirido los cuidados paliativos. Esperemos que en nuestro país vayan en un in crescendo y podamos contar con ese servicio en todos nuestros hospitales y clínicas.
Cuando vivimos en un mundo que está perdiendo el respeto a la vida humana, tanto en sus inicios como en su término, esta declaración nos anima a valorar aún más ese derecho fundamental sin el que no existe ningún otro. Los países donde se ha aprobado legalmente la eutanasia han caído además, lamentablemente, en situaciones de grave atentado a la libertad, eliminando incluso a los que no la han solicitado; o bien dejando desprotegidas a las personas como en el reciente caso contemplado por el Tribunal de Estrasburgo que condena a Bélgica por la eliminación de una mujer de 64 años con depresión.
Confiemos que, en el Perú y en tantos países donde la eutanasia y el suicidio asistido no están permitidos, predomine la cordura para no imponer por la vía legal algo a todas luces nefasto, sino que, orientados por esta declaración de la AMM, sepamos acompañar de la mejor manera a nuestros seres queridos en el final de sus días con el cariño y los cuidados que se merecen.